Años atrás muchos candidatos, actualmente unos pocos, ofrecían en sus planes de lucha contra la inseguridad ciudadana, la implementación de un sistema de drones para vigilancia de las calles. 

De primera impresión el uso de esta tecnología seducía a la gente pensando que esta sería la solución más eficaz a muchos problemas relacionados con la inseguridad en las calles, la realidad era otra.

Resulta que una importante limitación en el uso de estos dispositivos aéreos son las baterías, los drones convencionales cuentan con baterías cuya duración en estado óptimo es de aproximadamente 20 minutos, otros drones de uso especial, y mucho más caros por cierto, cuentan con baterías de hasta 48 minutos de duración.

Estamos hablando de baterías que cuestan aproximadamente el 10% del precio del dron y que soportan hasta unos 200 ciclos de carga al final de los cuales deben ser desechadas pues ponen en peligro la integridad del aparato y también de las personas.

Es cierto que existen actualmente drones híbridos que tienen hasta 2 horas de autonomía de vuelo, así también existen drones “estacionarios” que pueden mantenerse en el aire durante horas, estos van unidos a la estación de tierra con un hilo muy fino para abastecerlos de energía, en ambos casos estos aparatos son sumamente costosos al igual que su mantenimiento.

Otro de los problemas que no suelen considerarse es que la distancia del dron al equipo de radiocontrol no puede exceder los 300 metros libres de todo obstáculo, el dron solo puede mantenerse fuera de este radio en vuelo programado pero esto no es útil para las acciones de vigilancia.

La lógica es que si tenemos a dos operarios controlando un dron a menos de 300 metros, para que necesitamos el aparato, más efectivo es que estos vigilen personalmente el lugar.

Por si fuera poco está también el tema de la privacidad de las personas.

Por todo esto el uso de drones al menos en operaciones de vigilancia continua, no se considera como una opción práctica.